sábado, 22 de marzo de 2014


La forma del cambio

“El hombre existe en el tiempo. Está dentro. Está fuera. Hereda. Incorpora. Modifica. Porque no está preso en un tiempo reducido, en un hoy permanente que lo abruma. Emerge de él. Se moja en él. Se hace temporal” (…) “la integración resulta de la capacidad de ajustarse a la realidad más la de transformarla y que se una a la capacidad de optar cuya nota fundamental es la crítica. En la medida en que el hombre pierde la capacidad de optar y  se somete a prescripciones ajenas que lo minimizan, sus decisiones ya no son propias, porque resultan de mandatos extraños, ya no se integra. Se acomoda, se ajusta. La adaptación es un concepto pasivo, la integración es un concepto activo. En el primero el hombre no es capaz de alterar la realidad, sino que se altera a él mismo para poder adaptarse.” “Su integración lo arraiga”Paulo Freire.
Desde que el hombre convive con el mundo y en el mundo, en ese caminar ha dejado huellas por doquier. Esta destreza; dejar huellas, hacer camino, pura y sencillamente vivir, nos es propia. Por la riqueza de la biología de pensar, reflexionar, discernir. Este existir en el tiempo es el que se encarga de reflejar las infinitas obras. Para bien o para mal podemos ser protagonistas de hacer, de contemplar para modificar, transformar nuestro camino y pertenecer. De modo que éste mundo lo terminamos haciendo, nuestro mundo.
A lo largo de la vida he podido contabilizar veintidós mudanzas. ¿Qué he adquirido destreza? Podría ser que sí, la fui desarrollando por el sólo hecho de supervivencia al principio, luego de seguir el camino. Aunque en algunas doy fe que han sido por propia elección.
Es el cambio, son los cambios, las antinomias que confluyeron en un camión cargado de experiencias. Lecturas que viajaban de un domicilio a otro.
Expectantes por reposar. Quien pudiera, si quiera en cada embalaje llevar cada día vivido. Eso sí, desarrollé la habilidad de desprenderme de las cosas, no por ello, desprenderme de mi recuerdo. También sufrí el volver a encontrarlas, para que mis cosas vuelvan a ser mis cosas en el nuevo lugar y se ajusten  lo más cercano a mí y lo más apropiado al lugar. Hubo techos con mucha luz, ventanas con pocos vidrios, jardines sin sembrar, balcones llenos de tiempos para descansar, casas por habitar.
Largas veredas recorridas y alturas de calles para ir a ese lugar, que al abrir la puerta del hogar, sabemos que está.
En el transcurso del tiempo que estaba  memorizando el recorrido de mi casa, encontrar el significado de cada espacio, me pregunté si tantos cambios habían desaparecido, que nada de ellos había quedado para hacerme compañía y poder encontrar mi lugar.
¿Se necesita tiempo para adaptarse a un lugar? ¿Es cuestión de tiempo o adaptación? ¿Qué es necesario? Y encontré en aquellos momentos, lectura que esperaba para ser  mirada, pensada, que tímidamente enlacé con mi necesidad, y en la acción de buscar y poder transformar mi realidad descubrí una nueva forma de experimentar los cambios. También un nuevo modo de vivir el cambio. Integrándome, siendo parte, siendo protagonista, eligiendo, equivocando, modificando mi vivir.
He entendido que el cambio no se vive sólo por el hecho de encontrar un “qué cambiar” sino “cómo” generar el cambio. Y eso, nos da libertad, poder estar atentos, ir, llegar, salir y transformar nuestro mundo, que arraigue nuestro vivir.  
V.Amenabar

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